Ollantaytambo, ubicada entre Cusco y Machu Picchu, denominada “ciudad Inca viviente”, es, una parada obligatoria para todo visitante que quiere experimentar la cultura viva, la misma que desborda en las calles estrechas de su Qosqo Ayllu, con paredes incas y puertas de doble dintel, o ‘hampa’, agua fluyendo por diversos canales que llenan la ciudad de ese murmuro de paz, paz que seguro experimentaron los antiguos moradores de éste pueblo importante.

Escenario de las últimas batallas y resistencia de los Incas (Manco Inca II resistió acá por años antes de huir a Vilcabamba), así como el drama de amor más conocido en los andes como lo es el drama Ollantay, no hay lugar donde no se respire y se vea historia. Caminarla es un placer para los sentidos, ya seas pintor, fotógrafo, o simplemente aprecies las cosas simples de la vida.

 Subir, ya sea al centro arqueológico de Ollantaytambo con su Ushnu y templo del Sol dominando el valle, o al Apu Pinkuylluna, montaña sagrada que se ubica frente al centro arqueológico, lleno de vestigios y graneros Incas, son actividades muy entretenidas y se puede tener muy lindas vistas desde las alturas hacia el pueblo, el valle o los lugares arqueológicos que hay al frente y por todo lado. No podemos dejar de mencionar Cachiccate, las canteras Incas, donde se puede ver el proceso de cortar rocas que utilizaban nuestros antepasados.

Tiene unas comunidades llenas de cultura como son entre muchas, Huilloc y Patacancha con sus llamativos ponchos rojos y anaranjados que alegran de sólo verlos.

Parte de la pirámide de Paccarectambo, es, sin duda, una visita que merece más de un día en la agenda del viajero, yo viví allá un año, y es un gusto regresar cuando puedo ya sea por trabajo, o por placer. Merece, también, insistir en su monumentalidad y evitar que personas inescrupulosas malogren este gran legado destruyendo puertas y paredes Incas todo por abrir locales comerciales diversos, la historia debe pesar por sobre el dinero.

Acompáñenme a dar una vuelta por éste bello lugar.